Algún lugar de la provincia de Buenos Aires (Argentina)
Día 24 de la cuarentena coronavírica.
Hola amigues.
Estuve leyendo sus cartas, como siempre. Sigo sintiendo una
fuerte conexión con ustedes, aunque con la mayoría ya hace varios años que no
nos abrazamos. No saben qué felicidad me da que esto del aislamiento
obligatorio no afecte en nada a nuestra amistad, al contrario, parece que la
hubiera reforzado. Es muy loco, pero cada palabra de sus cartas es como una inyección
de vitalidad. Tengo que admitir que esto no me ha ocurrido con nadie más. Solo
con ustedes.
En la carta anterior les conté que mi vida empezó a
transcurrir en la vida de mi vecina de enfrente. Pero ya no puedo más con esa
vida. ¡Pobre santa! Esos varones no paran de tomarle el pelo. Ella sale a hacer
los mandados, limpia, trabaja desde casa, cocina, ¡hace todo! Y esos hombres
solo le hacen reclamos constantemente. ¡Ay, si pudiera putearlos de arriba abajo!
Pero no puedo, porque van a decir que soy una chusma, o una metida. Hoy fue mi
punto final: La pobre llegó con huevos de Pascua y los muy forros le reclamaban
que ellos querían de chocolate blanco, con confites de colores y no sé qué más.
¡Siento odio! ¡Inútiles, machistas de porquería!
Así que, empecé a bajar la persiana. La macana es que ahora
me queda volver a la tele o volver a mí. O sea, ¿me quemo la cabeza con la tele
o me enfrento con la tipa que soy? Ay… ¡difícil elección! Elegí la segunda
opción y me fui a dormir una siesta. Total es domingo… ¿Y saben qué pasó? Soñé
que ya había escrito esta carta. Y en ese sueño yo estaba en pareja. Vivía con
una pareja. Aunque no le veía, pensaba “qué bien se siente saber que mi corazón
está unido a otro”; pensaba “qué bueno que no tengo que volver a salir de
levante”. ¡Ay! Pero eso era un sueño. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Saldremos a los
bares con barbijos? ¿Será que darnos un primer beso ahora va a ser más
terrorífico que antes? ¿Será que empezamos a enamorarnos de los ojos? ¿Será que
la gente dejará de operarse la nariz y de ponerse brackets en los dientes? ¿Dejaremos de afeitarnos el bigote y de usar rouge? ¿Y
qué pasará cuando nos quitemos el barbijo? ¿Elles se habrán enamorado de lo que
dijimos? ¿Los chamuyos tendrán la misma profundidad que antes? ¿Y qué pasará
con las caricias? ¿Obligaremos a la otra persona a que se lave las manos antes
de tocarnos? ¿Llevaremos todes alcohol en gel en los bolsillos? ¿Las mesas de
los restaurantes serán más anchas para que no estemos tan cerca? ¿Y cómo harán
les tímides para hablar con les sordes si no pueden acercarse al oído de la
otra persona? ¿Qué pasa si me empiezo a enamorar de la persona del delivery?
¿Volveremos a la ilusión del WhatApp, a los chats de madrugadas, al sexting, al
beso virtual de buenas noches? ¿Será que por las calles ya nadie va a caminar
tomades de las manos?
Una amiga me había contado que había empezado una nueva
relación poco tiempo antes de esta pandemia. No me ha contado más nada. La
verdad que ha me gustaría saber cómo hace con esto del amor. El amor no es la
pandemia absolutamente. Y si todes morimos o nos enfermamos, ¿sobrevivirá el
amor?
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