Una bolsa sospechosa (y rompí la cuarentena) - Provincia de Buenos Aires, Argentina


Algún lugar de la provincia de Buenos Aires, Argentina.
20 de abril de 2020 (ya hace un mes que estamos encerrados, con miedo, depresión, irritabilidad, pero sin coronavirus)

Hola a todites

Perdón que estoy enviando una nueva carta, pero no podía dejar de escribir en un día capicúa (creo que así lo prometí en alguna cadena del 2004… que cada día capicúa iba a escribir. En caso contrario, iba a tener unos 70 años de mala suerte y este no es el momento de comenzar esa racha) y porque me urge contarles algo que estoy empezando a sospechar.
La cuestión es que volví a esto de mirar por la ventana, porque ya no daba más de analizarme. Me volví obsesiva. El otro día hablé con algunos familiares y todes coincidimos en que el aislamiento nos hizo poner frente a frente con lo más malo que nos sucede. Con ese pensamiento, recuerdo o sentimiento que une no se animaba a enfrentar. Y bueno, supongamos que ya no enfrenté (¿de verdad?).
Así que me preparé unos mates y me senté a ver nuevamente por la ventana. Sí, sí, van a pensar que soy muy chusma, ¡pero bue! ¿Quién no es chusma? ¡El que esté libre de tal pecado, que arroje la primera piedra! Y bueno, nadie puede decir que ignora la vida ajena. Nadie.
A lo que iba es que desde mi ventana se ve la verdulería de la esquina. Ese es el único negocio abierto de la cuadra, por lo que es el único que se presta para que haya movimiento de gente. Esto parecía ser una verdulería normal pero desde hace un par de días acabo de ver que, durante las noches, estacionan autos y suben a sus asientos las bolsas y cajas con basuras que dejan frente a la puerta del negocio. Le comenté a mi mamá y ella me dijo que eran restos de frutas y verduras que sobran o están pasadas. Pero no entiendo, ¿cómo puede saber de esto una persona que vive en otro barrio y viene en auto a buscarlas? A mí no me cagan. O en esas bolsas hay algo raro o yo soy una ignorante que no sabe de las necesidades ajenas. Bueno, o tal vez ahora sí, que aprendí que esas bolsas tienen algo que sirve. ¿Y qué pasará si voy yo de una corrida y me traigo una de esas bolsitas para ver qué tiene? Mmm, ¿me meteré en problemas? ¿Qué piensan ustedes?

Con amor,

la Piru

PD: Otra novedad es que el municipio envió unas camionetas con unos tubos gigantes a tirar líquido desinfectante por las calles. ¡Tomá mate! ¡Chupate esa mandarina! Bueno, sí, pero no los compartas, porque el mate ya no se comparte. Podés tener coronavirus sin síntomas y contagiar a tu amiguite. ¡Ah! Y también ya decretaron la obligación de circular con barbijo o tapabocas casero. Estuve todo el fin de semana cosiendo. Me hice unos que me salieron bastante mal, pero sirven. No soy buena costurera. “Que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a romper la cuarentena…” ja ja ja. Y eso hice, la rompí, porque no aguantaba más. Agarré el auto y me fui hasta lo de mis viejos a buscar ropa para mi abuelo y llevársela al geriátrico. Una excusa decente y real. Durante todo el viaje fui charlando sola y riendo fuerte, aprovechándome de mi tapabocas mal hecho. ¡Puff! Creo que ese fue el día más feliz del aislamiento coronaviral. Sorry, muchaches, este posdata se transformó en una segunda carta…




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