Candelaria - Bogotá, Colombia
Debo confesar que nunca te había
prestado tanta atención, tan empolvada de gente por las nuevas calles del
Teatro Colón, la esquina perdida del café de Gabriel García Márquez. Transitada
por la niebla de un par de vehículos que circundan las paralelas vías de tu
centro.
Uno, quizá, dos o tres pájaros en
mi ventana en plena madrugada, hablaría de sus colores, pero aún no amanece. No
sabía que en la ciudad también podría escucharlos, el encierro les permitió
salir a cantar para despertarnos del ensueño. Las estrellas nunca estaban,
Bogotá permanecía tan encendida que en sus prófugas noches no había razón
alguna para mirar al cielo, como en todo, habría que estar en un recóndito
lugar para admirarles. Ahora pedimos auxilio mirando a la luna extrañando tomar
el sol.
Que las plazas de nuestra vieja Bogotá eran más lindas por su arquitectura que por sus recuerdos de violencia, llevo tanto sin ver disturbios sobre la capital, el gobierno sigue comprando un desorden de mentiras para mantener con salud al pueblo y la soledad del Tiempo sobre la trece con séptima entre las cuatro y las seis de la tarde indica que esto no acabará pronto.
¡Ay! Mi vieja Candelaria, te
conocí hace no más de tres años, universitaria, borracha, extranjera,
histórica, chismosa y para tiempos difíciles, ladrona, tienes un don para el
teatro, los fantasmas y la poesía, han colgado sobre tus cabellos estatuas de
ángeles de otras épocas, cuánto te extraño Candelaria, sola, oscura y
terrorífica, cuando la luz desaparecía pasadas las diez de la noche, vacía de
palomas en las palmas de Bolívar, un vigía en cada esquina y cientos de aves
durmiendo sobre las gárgolas del palacio que te hace grande Candelaria.
- Cris. Cendales.
Me encantaría conocer Candelaria
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