¿Un nuevo inicio o un nuevo fin? - En la selva, pero cerca de los humanos



 El amanecer en la Orinoquía se levantó, el cielo se ilumino al alzarse el sol y la temperatura aumentaba, el aire se sentía denso y húmedo. La sombra no bastaba, debía buscar un nuevo lugar para descansar, las sabanas estaban devastadas, los monocultivos arrasaban con ellas. ¿A dónde iré?, la comida se agotaba, los humanos y sus inventos destruyeron las raíces de las topias en donde encontraba mi alimento. Me levanté soportando el cansancio en busca de algo que comer, caminé unos cuantos metros hasta encontrar un humedal. Mi pelaje de color amarillo y negro se observaba fácilmente al ponerse el sol, debía tener cuidado. Olfateé  varias veces la tierra, arrastrando mi cola prensil hasta por fin encontrar un pequeño tronco podrido, lo agarre con la ayuda de mis 4 garras largas ubicadas en mis patas delanteras, luego con mi hocico y lengua alargada y pegajosa logre alimentarme de algunas hormigas, rebusque varias veces hasta dejar el tronco vacío. Nuevamente retome mi camino, el aire se sentía cada vez más denso. Al llegar estire mi hocico, pero encontré menos agua de la esperada, de alguna forma esta me ayudaría a soportar hasta encontrar un nuevo lugar en donde descansar.
Todos se habían ido, no encuentro a nadie igual a mí, talvez mi hora de partir llegaría pronto. Los Canangucha formando morichales, se reflejaban en las aguas tranquilas y cálidas que se iluminaban con los colores del cielo y junto al agua, en la orilla lodosa, una pareja de Tarotaros de plumaje oscuro se alimentaban de pequeñas presas. Andé en dirección del sol, en busca de más agua y alimento, intenté seguir los cuerpos de agua. Atravesé una laguna con mi ágil nado y luego de andar no mucho, nuevamente encontré unas cuantas hormigas, sin embargo, aquella tierra a donde me dirigía me asustaba. Los humanos estarían allí, sus caminos grandes secos, negros y calientes, junto a sus veloces bestias de metal se habían convertido en el lecho de nuestra muerte, debía ser cuidadoso para encontrar mi alimento.
La tarde se asomaba y los Carraqui verdiamarillos cantaban con tanta fuerza que solía ser extraño. Luego de un largo camino antes de llegar al río, me encontré varias hormigas arriera de las cuales me alimenté y luego hallé un enorme hoyo en un tronco en el cual pude descansar, las cosas iban mejor de lo que creía. La noche fue larga y húmeda, luego el sol nuevamente se asomó, los aullidos de los monos araña se escuchaban fuertemente, al igual que sus pasos entre los arboles mientras buscaban frutos de los que alimentarse. Ande unos cuantos metros en busca de más alimento, una manada de vacas se encontraba cerca, probablemente los humanos también. Las plantaciones de palma africana se veían con más frecuencia, me estaba acercando. De repente olfateé una topia, creí que los humanos habrían acabado con todas, me alimenté de ella con bastante agrado y extrañamente ellos no estaban allí. El aire era fresco y aunque cada vez me acercaba a aquel lugar hostil, no escuchaba más que a los pájaros con su fuerte canto. El sol brillaba intensamente y los árboles hacían sombra en aquellos caminos grandes, negros y deprimentes, silenciosos y vacíos. Continúe andando sobre él, sin sentirme en peligro, por primera vez, al parecer habían desaparecido los humanos.
Qué mundo tan extraño el que ellos han creado solo para sí mismos, y por eso estaría mejor sin ellos aquí. La tarde llegaba, pero no había que temer, la calma de aquel lugar era increíble, tanta tranquilidad  tan solo podría indicar un nuevo inicio o un nuevo fin.
¿Lograremos el nuevo inicio? ¿entenderán al fin que nos son dueños de la tierra que nos ve nacer, crecer y morir a todos?
Ya veremos

Yurumí


Imagen tomada de: Semana, sostenible. 2017. Oso palmero cohabitando con el ganado. (Fundación Cunaguaro).

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