Estimado virus:
Te detesto, te odio. Detesto haberme educado tan
estrictamente responsable. Detesto tener tanto miedo que no puedo dejar de cumplir
a rajatabla la cuarentena. Detesto no salir a ningún lado, pero no puedo. Tengo
mucho miedo. Tengo miedo de la respiración de la gente que veo por la ventana y
tengo miedo de mi marido cuando vuelve de hacer los mandados. Detesto que ya
esté jubilado porque estoy empezando a odiar verlo todos los días. Odio su
cara. Sí, ya hace 54 años que estamos juntos, pero antes no tenía cara de
Coronavirus. Tiene cara de todos los noticieros, tiene cara del presidente y
del Ministro de Salud. Los odio. Odio estar aburrida pero ya estoy harta de
cocinar, de fregar, de bañarme, de dormir, de comer y continuar este ciclo
infinito, ¿para qué? Me siento una planta, pero más fea. Ya no me depilo, ¿para
qué? Si éste se la pasa con cara de culo. Y yo también, sí. Odio ver su cara de
culo todos los días. Odio tener que entrar en Facebook para ver otras caras y
detesto aún más haber encontrado los perfiles de mis compañeras de la escuela.
Porque las detesto, siempre se me burlaron. Odio no tener amigas, nadie me
manda mensajes. No tengo celular, porque ni mis hijos se acuerdan de mí. Ellos
hablan con su padre y ya, dicen que yo soy una apática, ¿y qué? Tengo miedo y yo
no sé si ellos se cuidan. Jamás me hicieron caso, así que mucho menos lo van a
hacer ahora. Te odio, virus, porque ya odio demasiado, porque estás ahí, prepotente,
omnipotente. Sos como un dios malo, narrador omnisciente, que se nos ríe a cada
minuto de las 24 horas del día. Vos te reís, pero yo no. Te odio.
Comments
Post a Comment