Volver... al mundo, Logroño


¿Cómo salir a la calle después de este encierro? ¿con careta? (como antes) ¿con mascarilla? (como ahora) ¿sin maquillaje? (como siempre)

Tantos días dentro de mí, me despistan, ya no sé cómo es el mundo, la gente que viene y va; no sé si algo ha cambiado (prefiero imaginar que sí) o seguirá siendo igual.

Hace tiempo ya, que me acostumbré al abrazo virtual, al emoticón desde la distancia, a los rostros amados, desdibujados tras la pantalla de un dispositivo electrónico, hace mucho que me fui, a buscar otros horizontes, otras miradas, nuevos mundos, que despertaban mi curiosidad infinita. Una pandemia nos ha puesto contra las cuerdas, el vacío se precipita en nuestras miradas, en los rostros a medio ver. No sabemos nada, solo podemos sentir la muerte rondar por el aire, misteriosa, chocante, burlona.

En esta parte del mundo, empieza el verano, dicen que el calor favorecerá la lucha contra el virus, ojalá.

Los telediarios muestran un panorama funesto; en España, pasamos a fase tres y todos salieron a la calle, en estampida, sin casi precauciones, causando una nueva oleada del brote y, en muchas comunidades, retornan a la fase dos. “No hemos aprendido nada”, dicen los sanitarios que han visto de frente y con angustia la fatalidad. Parece más importante juntarse con amigos o familia y tomarse un café en el bar, que contener el virus. Simplemente, se trata de reactivar la economía -señalan los expertos financieros-, triste realidad. Aun así, el planeta tendría recursos suficientes, para que todos podamos sobrevivir sin el consumismo desmedido que nos desborda.

A dos meses del confinamiento, seguimos igual, o peor; la lucha de poderes continua, mientras millones de personas mueren, en gran parte, por falta de un sistema de salud igualitario y decente. La precaria situación laboral somete a media humanidad, dejando al descubierto los endebles pilares de este sistema económico mediocre, tan devastador como la pandemia.

 Desde mi ventana, el sol convida a pasear, en solitario, como desde hace tiempo lo hago, mi vida no se acaba por eso “mejor sola que mal acompañada” dice la sabiduría popular.

En fin, después de todo, mejor pensar que vendrán tiempos mejores… con mascarilla, o sin ella.


Morgan

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