El perro de mi vecino me mira de forma extraña, le debe parecer muy raro, que ahora sea yo quien lleva el bozal y no él. Se cambiaron los papeles, la mascarilla se ha transformado en esa especie de bozal “anti-virus” que nos han impuesto y sirve para protegerse del dichoso Covid-19. A veces, cuando me miro al espejo, con esta nueva apariencia (cual personaje de una cruda serie de ciencia ficción), esa imagen rasgada o a medias; a la que no logro adaptarme del todo, me vienen a la cabeza muchas preguntas: ¿Protegerse de qué? Acaso de ¿nuestro propio miedo? O de ¿la insensatez emanada de nuestro egoísmo? El caso es que ahora, en plena post-pandemia, debemos salir a la calle ataviados (cual mascotas) con un tapabocas. No sé qué piensen ellos -los canes-, tal vez se ríen de nosotros, en silencio, no pueden hablar, pero su mirada escrutadora lo dice todo. No deben percibir lo que pasa, los humanos, por lo que se ve, tampoco entendemos nada.
A poco más de dos meses, de haber salido del confinamiento, ya estamos a punto de volvernos a enclaustrar. Hay mucho irresponsable suelto, dicen -decimos-. Sin dudas, los más inconscientes son los jóvenes, se creen inmunes “porque el virus no los toca”, pero los está contagiando y devastando igual que a los demás.
En España -desde donde escribo- hay pueblos y provincias completas en aislamiento, otra vez. El verano no mengua el contagio, como argumentaban algunos expertos, al contrario, el “corona-virus”, no deja de pasearse a sus anchas -y largas- por el planeta entero. Parece ser que no hemos aprendido nada del virus mortal y, al miedo de infectarse, se suma el de regresar al encierro en casa.
Para nuestra especie, la introspección, el estar con uno mismo, se ha convertido en el peor de los tormentos. “No es la soledad lo que espanta, sino las voces que la pueblan” un sabio Víctor Hugo; tenemos miedo de nuestro propio yo, de interiorizar, de nuestros fantasmas, de permanecer unos días, a solas, con nuestros propios demonios. Todo nos aburre, en este mundo de lo desechable -donde las personas ya no se valoran, nada se repara, todo se cambia, por algo más nuevo … y así sucesivamente-
Ahora, consumimos más que nunca, en especial, noticias desbordadas, sobre el avance del virus y, obviamente, protección de diversos tipos: mascarillas (desechables y contaminantes), gel hidro-alcohólico, trajes adaptados, guantes y todo cuanto pueda inmunizar-nos ante el covid-19. Además de la “distancia de seguridad”, cuando estamos en contacto con los demás. Muchos ignoran esta regla y por eso surgen, cada vez, más casos. Seguimos librando batallas, en esta guerra que, el virus nos va ganando en astucia y perseverancia.
La situación es bastante confusa, no hay manera de frenar la epidemia, aunque, ya hay rumores de alguna vacuna, fabricada por los rusos ¿cuál será su coste para el mundo? ¿hasta cuándo usaremos bozal? ¿qué nos impondrán después de esto? El panorama resulta desolador … amanecerá y veremos.
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